Las brassicas están a su más productivo cuando se cultivan en suelos con pH neutro. Lo ideal es pH 6.5 en suelos minerales y 5.5 en suelos orgánicos. Cuando el pH baja de 5.5 disminuye la disponibilidad de fósforo, potasio, azufre, calcio, magnesio y molibdeno mientras metales pesados indeseados como cadmio y aluminio pueden resultar más disponibles para las plantas.
Tener riego también es esencial en muchas zonas de producción, pero hay que tener cuidado, sobre todo cuando se acerca la cosecha, para que el agua no estimule enfermedades en las flores o cabezas o provoque fuertes brotes de crecimiento dando desequilibrio de nutrientes dando médula hueca o agrietada, particularmente cuando altas temperaturas impulsan crecimiento.
La gestión del agua, sobre todo en las últimas 3, 4 semanas antes de cosechar, tiene que estar cuidadosamente planeada para maximizar la producción de cabezas sin riesgo de daño físico, enfermedades y trastornos. Las brassicas toleran relativamente bien la salinidad, y agua moderadamente salada puede aplicarse, una vez que se tiene en cuenta los desequilibrios nutricionales que pueda crear esa salinidad. Es importante mantener la disponibilidad de calcio para reducir el riesgo de trastornos (como puntas quemadas) y asegurar una buena calidad del producto final.